El legado
Pasional por dentro y tranquilo por fuera, deja un club revitalizado por los pibes a los que aposto como nadie.
ANTONIO SERPA
Quienes no conocieron de cerca a Pedro Pompilio quiz crean que se le acabo demasiado r pido el sueño por el que lucho durante buena parte de su vida: ser presidente de Boca, a lo que accedio este año de pleno derecho. No fue as¡: la verdadera pasion de Pedro era Boca. Boca y su familia. Y en realidad, no necesito del orgullo de ser presidente del club para darle miles de horas de una vida que se apago ayer, inesperadamente, a los 58 años.
Pompilio nacio en Sarand¡ el 11 de noviembre del 49, vivio casi toda su vida en Bernal y ten¡a pensado festejar su cumpleaños número 59 en Italia, adonde iba a viajar la proxima semana. Hab¡a llegado a Boca hace m s de 20 años, en 1986 (convocado por Jesús Asiain), y tuvo el privilegio de vivir dos per¡odos trascendentes en la historia de la institucion: el de la reconstruccion, junto a Antonio Alegre y Carlos Heller, cuando el club estaba al borde de la quiebra, y estos brillantes últimos años que llevaron a Boca a ser un top mundial. Durante la primera etapa fue un protesorero tan especial que pon¡a plata de su propio bolsillo cuando no hab¡a para los sueldos y acerco a C‚sar Menotti para su primera experiencia en el club. Despu‚s se alejo porque as¡ lo reclamaba la actividad que ten¡a junto a su padre en la hoy papelera Fadecco. Y volvio en el 95 con Macri, como uno de los tantos empresarios que impulsaban una renovacion, pero con el adicional de conocer un mundo que para Mauricio era absolutamente desconocido.
En los tempranos años 90 tuvo el primer aviso de un corazon que no pod¡a seguirle el ritmo, y desde entonces se cuidaba much¡simo. Ni cuando estaba de viaje por algún compromiso del equipo suspend¡a la rutina del diario ejercicio matinal. Pedro arrancaba su d¡a temprano y divid¡a sus horas entre la empresa (su hijo Leandro maneja gran parte de las operaciones) y el club. Ayer, su mujer fue a buscarlo a la cama porque le extrañaba que no respondiera a los llamados telefonicos, y lo encontro muerto. Según los m‚dicos, llevaba en ese estado varias horas. Hace unos cuatro meses, los últimos estudios no le hab¡an dado los mejores resultados y su m‚dico personal le hab¡a pedido que bajara los decibeles, pero ‚se no hubiera sido Pedro. Lejos de esa imagen de serenidad que sol¡a transmitir, hab¡a un tipo apasionado. Eso no le imped¡a ser reflexivo en las peores tormentas ni calzar un traje de amianto que le sirvio para salir siempre sin chamuscarse en medio de las bombas que suelen arrojarse sobre La Boca ante cualquier m¡nimo traspi‚, y que fueron particularmente muchas a partir de la actividad pol¡tica de Macri.
En el plantel lo recuerdan como un tipo que estaba siempre, en las buenas y sobre todo en las malas para ofrecer el abrazo de la contencion. No estar hoy para d rselo a sus hijos, Leandro y Natalia, ni a su esposa Norma. Ni a los muchos hijos que deja en el club, esos pibes por los que aposto m s que nadie y de los que hab¡a empezado a gozar en estos d¡as. A todos ellos los mirar con una vista panor mica amplia desde el di fano cielo azul y oro de cada domingo en la Bombonera.