IMAGINEMOS
En este texto los invito a volar. A salir de lo cotidiano. De lo real. Básicamente, a imaginar. Una característica que tienen los seres humanos que les permite divisar mentalmente situaciones que en la realidad no existieron. Así que abróchense los cinturones y bienvenidos al viaje.
Imaginemos que jugamos después de diez años un cruce decisivo por Copa contra nuestro eterno rival. Imaginemos, también, que somos ampliamente favoritos. Por presente y por plantel. En el partido de ida, imaginemos, tratamos de trabar el juego y sacamos un empate en cero. Lesionamos a un jugador, golpeamos al resto y salimos ilesos. Ni una roja. Ahora, imaginemos que en el partido de vuelta seguimos pegando. Quizás un poco menos, para que no sea tan evidente. Imaginemos, también, que le anulan mal un gol valido al rival. Y finalmente ganamos 1-0 y pasamos de ronda. Sí, gracias a que el árbitro decidió no convalidar un gol completamente legal. Ojo, los invito además a que imaginemos que en el partido por torneo local también recibimos ayuda del árbitro. Y empatamos de casualidad, pero festejamos igual.
Después de tamaña alegría, seis meses más tarde nos toca encontrarnos con el mismo rival. Otra vez le pegamos de todas maneras. Imaginemos que le damos piñas por la espalda, patadas karatecas a la panza, golpes a la tibia, el peroné. Algunas en la pantorrilla y otras directamente al gemelo. Otra vez, imaginemos, el árbitro no sanciona nada. Ni una roja. Nada. Y ese partido lo ganamos 1-0 con gol de penal. Luego, en la vuelta, pasamos de ronda sin jugar un tiempo. Porque lo deciden las autoridades, en una decisión completamente inaudita. E insólita. Pero festejamos. Y nos burlamos. Es más, imaginemos que inventamos canciones mofándonos de nuestro rival por las patadas que les pegamos, los fallos arbitrales omitidos y la inexplicable decisión de las autoridades que nos permitieron pasar de ronda sin jugar un tiempo. Y así estamos durante casi dos años, riéndonos de los fallos arbitrales. Y por sobre todas las cosas, festejando gracias a los árbitros.
En el medio, siguen las ayudas, imaginemos. Penales no cobrados, goles en offside, algunos fallos favorables en finales. Es más, imaginemos también que hasta nos damos el lujo de elegir siempre árbitros del mismo país. Imaginemos que nos reímos de eso, nos burlamos del resto. Total, somos impunes. No nos importa nada. Nos ayudan adentro de la cancha, también afuera. Así pasamos los años, imaginemos, festejando y festejando. Diciendo que somos los mejores. Y mientras tanto, nos reímos del rival que fue perjudicado.
Bueno, ya podemos posarnos mentalmente dos años después de tamaña alegría. Volemos. Cerremos los ojos y visualicemos que estamos en el 2017. A mitad de la Libertadores nos encuentran a medio plantel drogado. No pasa nada. Nuestro presidente habla y soluciona todo. Vendemos a las dos figuras para que no se note la maniobra. Nos hacemos los boludos y seguimos jugando. Hasta que llegamos a semifinal. En esa instancia, quedamos eliminados de la Libertadores, de la mano de los árbitros, imaginemos. Qué raro. Nos quejamos. Lloramos un poco. Es difícil que un equipo pueda perder una serie ganando 3 a 0 y le eche la culpa al árbitro, por eso sólo es imaginación. Pero bueno, la historia cambia. Días después, otra vez el árbitro nos ayuda contra el eterno rival. Pero che, qué afano! No nos importa, para nada. Pero esta vez perdemos. Somos malos. Peor que hace unos años. Ni los árbitros nos dan una mano.
Luego de eso, no damos pie con bola. Perdemos. Perdemos. Perdemos. No paramos de perder. Somos malos. Horribles. Gastamos 20 millones de dólares y seguimos perdiendo. Entonces en un partido intrascendente no nos dan un penal, se equivocan y nos perjudican con un gol en offside, imaginemos. Entonces ahí empezamos a echarle la culpa a todo el mundo. Decimos que es una conspiración del presidente de la nación. De la AFA. De la FIFA. De la ONU. De la OTAN. De la Liga de la Justicia. De Boca. De Angelici. De Laudonio. Hasta del Beto Márcico. Imaginemos, claro, no se puede ser tan pelotudo.
Claro, sólo en la imaginación puede existir una historia así. Después de años y años recibiendo ayudas arbitrales, solo en un mundo ficticio una persona puede reaccionar así. Pero bueno, ustedes saben… Hay veces que la realidad supera a la ficción. Entonces agárrense los cinturones. Abran los ojos. Y sepan que esto es pura realidad, aunque parezca una locura imaginaria.