Mundial Estados Unidos ´94. Uniforme de enfermera, cruz verde y un pañuelo del mismo color sobre el cabello. Entró por el lateral del estadio y se llevó de la mano al mejor jugador que había en la actualidad, Diego Armando Maradona, en una de las escenas que recorrería el mundo. Días después se dio a conocer el doping positivo y el fin de una ilusión.
Argentina estaba desarrollando un mundial perfecto. Maradona también. Con 34 años y una preparación especial para la competencia, Diego mostraba un nivel superior y una recuperación con gol incluido (Grecia). Pero algo andaba mal. Basile, DT de la selección de ese momento, explicó sus sensaciones: “Cuando entró esa gorda (por la enfermera) dije “algo pasa.” Se me cruzó en la cabeza. Cuando bajamos del avión me dicen que hay un positivo. Es una gran frustración. Ese equipo estaba para campeón.” También recordó: “se lo dije yo (a Maradona). Fui a la habitación, no me acuerdo con quién. Ahí le dije y esa noche fue de terror, la peor de mi vida. Fue tremenda.”
Los cronistas de la época compararon el doping de Diego con la muerte de Perón y la derrota contra Inglaterra por las Malvinas. Todo era tristeza. El periodista Richard Setyon (Radio Vaticano) declaró después de la noticia: “Acá estamos nosotros, en el evento número uno del planeta y la estrella, el único rey no esta más… en mi opinión se terminó.” No había más que desconsuelo.
Maradona despertaba pasiones. Buenas y no tan buenas. Su forma de ser rebelde así lo posicionaba. Se enfrentaba a los más poderosos y dentro de la cancha demostraba ser el mejor. Hasta que no lo dejaron demostrar más. Su fútbol dejó de brillar paradójicamente donde el fútbol no es prioridad: “Diego fue al shopping a comprarles unas zapatillas a las nenas. Se lo encontró a Paenza que estaba paseando con un amigo, y lo acompañaron. El vendedor ni se dio cuenta de que era Diego y le dijo: 'Como hay un mundial de soccer hay una promo que si se lleva tres pares le hacemos descuento'. Diego compro los tres pares y se fue. Al rato entraron dos árabes fanáticos del Diez, y le dijeron al vendedor 'Acabas de atender a Maradona...'. El tipo salio corriendo a pedirle un autógrafo... Y se lo pidió al amigo de Paenza”, contó el periodista Alejandro Fabri demostrando el papel que ocupaba dicho deporte en el país.
La sanción fue de 15 meses de suspensión. El daño ya estaba hecho. “Negar la excelencia para conformarse con la mediocridad te permite zafar, en un mundo que aspira al cuatro Diego es diez”, explicaba en pleno dolor Alejandro Dolina, quién culmino derramando su emoción: “la tristeza de un criollo que vio como un chico de Fiorito pudo sobreponerse a los miserables y ver como para alegría de tales miserables, ese sueño se frustró”.
Todos habían mostrado su dolor. De diversas maneras, el mundial había pasado a segundo plano. Sin embargo, faltaba la palabra de él. La última imagen lo tenía de la mano de la que luego se sabría su nombre, Ingrid Maria, y que tiempo antes se había divorciado de un argentino. Adrián Paenza puso el micrófono y luego Diego hizo el resto: “Yo el día que me drogue, fui y le dije a la jueza. Fueron dos años durísimos. Ahora no entiendo porque no tienen argumentos. No quiero dramatizar pero créeme que me cortaron las piernas. Nos sacaron la ilusión, por sobre todas las cosas creo que me sacaron el fútbol definitivamente.” Un Maradona de colección.