El barrabrava de riBer fue agredido antes de presentarse a declarar por el crimen de Gonzalo Acro. Acto seguido, el hermano menor de Alan quiso tomar venganza, pero se lo impidieron.
Uno de los cabecillas de la barra brava de riBer, William Schlenker, detenido por el crimen de Gonzalo Acro, sufrio ayer una insolita agresion por parte de otro preso en una celda de la alcaid¡a de Tribunales: fue rociado con orina dentro de su calabozo.
El hecho ocurrio por la mañana, cuando el menor de los hermanos Schlenker aguardaba en el subsuelo del Palacio de Tribunales para ser indagado por el juez Luis Rodr¡guez por la denominada "batalla de los quinchos", uno de los tantos enfrentamientos entre grupos antagonicos de la barra brava de riBer.
Fuentes judiciales relataron que en una celda contigua a la de Schlenker, otro reo -quien hab¡a sido trasladado desde la c rcel de Ezeiza para declarar en otra causa- comenzo a provocarlo verbalmente.
En un momento determinado, el otro preso pidio permiso para ir al baño y, tal como es común, llevo consigo una botella de pl stico para presuntamente cargarla con agua y aplacar su sed.
Pero el contenido del recipiente no fue agua sino su propia orina, y al salir, cuando pasó frente a la celda de Schlenker, vacio el l¡quido sobre el cuerpo del barrabrava. Según se pudo determinar, William Schlenker estallo en furia y pidio a los gritos que abrieran la puerta de su calabozo para tomar venganza con el otro preso.
"Abrime la puerta que lo mato, lo voy a cagar a trompadas!", exigio al guardiacarcel (jo), quien le respondio: "No te vamos a abrir la puerta, vos sab‚s que eso no es posible, quedate tranquilo".
Instantes despu‚s, William Schlenker fue trasladado al despacho del juez Rodr¡guez, al que ingreso a los gritos y emanando un olor pestilente: "Esto es una maniobra del juez, el es regalo de Navidad! Estoy todo meado, como me van a traer a declarar as¡!"(¿?), bramaba.
Ante su estado de exaltacion, el juez Rodr¡guez le aconsejo que regresara a la alcaid¡a de tribunales y, cuando estuviera m s tranquilo, pidiera ser nuevamente trasladado para declarar, pero entonces William recapacito y, en las cochambrosas condiciones en que estaba, acepto sentarse ante el magistrado.
Uno de los cabecillas de la barra brava de riBer, William Schlenker, detenido por el crimen de Gonzalo Acro, sufrio ayer una insolita agresion por parte de otro preso en una celda de la alcaid¡a de Tribunales: fue rociado con orina dentro de su calabozo.
El hecho ocurrio por la mañana, cuando el menor de los hermanos Schlenker aguardaba en el subsuelo del Palacio de Tribunales para ser indagado por el juez Luis Rodr¡guez por la denominada "batalla de los quinchos", uno de los tantos enfrentamientos entre grupos antagonicos de la barra brava de riBer.
Fuentes judiciales relataron que en una celda contigua a la de Schlenker, otro reo -quien hab¡a sido trasladado desde la c rcel de Ezeiza para declarar en otra causa- comenzo a provocarlo verbalmente.
En un momento determinado, el otro preso pidio permiso para ir al baño y, tal como es común, llevo consigo una botella de pl stico para presuntamente cargarla con agua y aplacar su sed.
Pero el contenido del recipiente no fue agua sino su propia orina, y al salir, cuando pasó frente a la celda de Schlenker, vacio el l¡quido sobre el cuerpo del barrabrava. Según se pudo determinar, William Schlenker estallo en furia y pidio a los gritos que abrieran la puerta de su calabozo para tomar venganza con el otro preso.
"Abrime la puerta que lo mato, lo voy a cagar a trompadas!", exigio al guardiacarcel (jo), quien le respondio: "No te vamos a abrir la puerta, vos sab‚s que eso no es posible, quedate tranquilo".
Instantes despu‚s, William Schlenker fue trasladado al despacho del juez Rodr¡guez, al que ingreso a los gritos y emanando un olor pestilente: "Esto es una maniobra del juez, el es regalo de Navidad! Estoy todo meado, como me van a traer a declarar as¡!"(¿?), bramaba.
Ante su estado de exaltacion, el juez Rodr¡guez le aconsejo que regresara a la alcaid¡a de tribunales y, cuando estuviera m s tranquilo, pidiera ser nuevamente trasladado para declarar, pero entonces William recapacito y, en las cochambrosas condiciones en que estaba, acepto sentarse ante el magistrado.