RELATO DE UNA ULTRAMARATON!!!
Atenas - Grecia
Un hungaro cuenta su emotiva experiencia en el Espartatlon
Su nombre: Balazs Koranyi, su tiempo : 35:44:01
14-10-2008 // Me sent‚, o m s precisamente ca¡, y met¡ la cabeza entre mis manos. El viento fr¡o pasaba a trav‚s de mi camiseta. ¿Sobrevivir¡a mi cuerpo al castigo al que lo estaba sometiendo? ¿Por qu‚ estaba haciendo eso?
A poco m s de la mitad de los 246 kilometros que dura el Espartatlon, una carrera a pie sin paradas desde Atenas hasta Esparta que traza la ruta realizada por un antiguo mensajero, mi cuerpo estaba ya m s dolorido de lo que uno puede imaginar.
Eran las 3 de la mañana de un s bado de septiembre. Un incesante ascenso hacia un paso de montaña ubicado a 1.200 metros de altura me hab¡a dejado mareado. Me dol¡a todo.
Hab¡a estado corriendo durante 20 horas y mi único descanso fue el haber deambulado ocasionalmente fuera del camino cuando me quedaba dormido.
Un d¡a antes, casi 300 de los m s fuertes y testarudos corredores del mundo hab¡an largado desde Acropolis. La gente tiende a correr la carrera a su propio ritmo, pero ahora, a 160 kilometros del inicio, yo estaba llorando por mi mam .
Yo siempre hab¡a admirado al Espartatlon y a sus corredores. Es un deporte extremo que humilla a sus atletas, pero si uno tiene ‚xito, la victoria te deja en el s‚ptimo cielo.
Ten¡a hasta las 7 de la mañana del s bado para llegar a Esparta y tocar la estatua del antiguo rey Leonidas.
El Espartatlon, este año en su edicion número 26, sigue el recorrido de Pheidippides, un mensajero enviado a Esparta en el año 490 A.C. para buscar ayuda contra los persas en la Batalla de Maraton.
El historiador griego Herodoto describio ese viaje, indicando que Pheidippides arribo a Esparta un d¡a despu‚s de su salida.
ALIMENTO
Pero sentado semiconsciente en la montaña, no me importaba mucho la historia. Necesitaba combustible.
Competir en el ultramaraton no es solo correr sino tambi‚n de comer, mi cuerpo consumio alrededor de 24.000 calor¡as antes de llegar a Esparta.
Eso es 10 veces la cantidad normal que un adulto ingiere a diario y el doble de lo que el campeon ol¡mpico de natacion Michael Phelps come en un d¡a cansador.
Era tiempo de usar mis armas secretas: pat‚ de h¡gado, queso, yogur con miel, duraznos, Coca-Cola y una taza de caf‚.
No s‚ por qu‚ esa comida funciona, pero lo hace: la regla de oro del ultramaraton es estar bien alimentado y mantenerse en movimiento.
Despu‚s de ingerir la comida, sent¡ que la energ¡a retornaba lentamente y comenc‚ el último tramo del ascenso.
Hab¡amos soportado un sol sofocante y temperaturas de m s de 30 grados Celsius durante la mayor parte del d¡a anterior.
La noche, en cambio, hab¡a sido fr¡a y las r fagas de viento hac¡an que la temperatura se sintiese bajo cero.
Con la montaña detr s m¡o, se me presento una seccion relativamente menos complicada, pero dando lo m ximo solo pude correr 15 minutos antes de empezar a caminar.
Mi tendon de Aquiles derecho estaba hinchado, mis dos pies ten¡an ampollas, mis rodillas estaban inflamadas y el sol me hac¡a arder los labios.
Teniendo en cuenta los par metros de la carrera, yo estaba perfectamente bien.
¿Por qu‚ estaba haciendo eso? ¿Por masoquismo? ¿El deseo de ser un h‚roe moderno? ¿Búsqueda de victorias? Probablemente un poco de todo eso.
EXPERIENCIA ESPIRITUAL
De todos modos, el ultramaraton es, ante todo una experiencia espiritual para m¡.
A medida que el cuerpo se va quedando sin energ¡a, son la mente y la voluntad las que se hacen cargo de que uno siga adelante. Cuando uno piensa que no tiene nada m s para dar, la mente lucha y encuentra m s energ¡a.
Cuando el cuerpo dice basta, uno puede excavar en lo profundo de su alma y buscar los por qu‚ de correr e incluso los por qu‚ de la vida.
La concentracion se hac¡a m s complicada a medida que iba amaneciendo. Mi cuerpo estaba sufriendo de nuevo y comenc‚ a alucinar.
Escenas de viejas pel¡culas de Leslie Nielsen se aparecieron ante mis ojos. Confund¡ una caja de carton con un duende de rodillas. V¡ animales salvajes bajando la colina para atacarme.
Una broma: eso debe haber sido lo menos que podr¡a haberme imaginado.
Mientras ingresaba al último tramo -el m s largo de un maraton- mi voluntad se hab¡a diluido. No pod¡a correr m s y las ampollas sangrantes se hac¡an m s dolorosas a cada paso. Continuaba soñando con colapsar en el final y despertar en una cama de hospital.
Pero me mantuve en movimiento y lentamente descend¡ hacia Esparta, despu‚s de m s de 35 horas desde que hab¡a dejado Atenas.
En la ciudad, las familias recib¡an a los corredores desde los balcones de sus casas, y personas en cafeter¡as se levantaban para alentar a los competidores. All¡, el primero y el número 100 son iguales, todos fueron h‚roes de Esparta por un d¡a.
Este año lo lograron el 50 por ciento de los participantes. El estadounidense Scott Jurek necesito apenas 22 horas y 20 minutos para llegar a Esparta, pero la mayor¡a de los atletas arribaron entre las 34 y las 36 horas.
La calle principal de la ciudad, adornada con hileras de palmeras, estaba llena de personas que gritaban mientras yo me acercaba a la estatua del Rey Leonidas envuelto en una bandera. La estatua descolla sobre la plaza y al alargar los brazos uno solo tiene la esperanza de tocar sus pies.
Entonces, ¿es por esto que vine? Dej‚ que mis l grimas rodaran por mis mejillas.
El alcalde de la ciudad me alcanzo un trago de agua del r¡o Eufrates y coloco una corona de oliva sobre mi cabeza.
Hab¡a llegado. Hab¡a corrido como Pheidippides.
BAZALS KORANYI - tiempo de llegada 35:44:01.