Elmartaa
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feliz cumpleaños blas uno de los maximos referentes de la identidad y historia de boca la historia y identidad de boca dice huevo no buen juego ,, para los q se qejan de buen juego tienen el foro de riber hay q poner boca,, hay q poner boca ,, hay q poner un poco MAS DE HUEVO PONGAN HUEVO Q GANAMOS ;; HUEVO HUEVO HUEVO BOCA BOCA BOCA ;; PARA SALIR 1º, HAY Q PONER MAS HUEEVO HUUUEVVO tigre HUEVO HUEVO HUEVO GIUNTAGIUNTA GIUNTA HUEVO HUEVO HUEVO BOCA BOCA BOCA
ENTREVISTA A GIUNTA: Reportaje publicado en El Gráfico en la edición de febrero de 2006 ¿Sos el jugador con más huevos de la historia del fútbol argentino? Qué sé yo, eso lo dice la gente, por lo que dejaba en la cancha. Con el hincha siempre me fue bien. Fue la característica mía, la de poner huevos, la de ir siempre para adelante en cada lugar donde estuve. Cuando me fui a México, en Boca estuvieron dos años gritando por mí los tipos. ¡Dos años! Son cosas que uno deja adentro de la cancha. ¿Cómo eras como jugador? Mirá, en las más difíciles, en los partidos más importantes, siempre estaba el tipo ahí. Cobrando, no cobrando… En buenos momentos, en malos. A mí nunca me dolía nada: hombro roto (lo muestra), tobillo infiltrado, pubialgia, rodilla rota. “Vos no podés jugar así”, me decían. Antes, ser titular, era ser titular en serio. Jugabas todos los partidos: campeonato, Copa Libertadores… ¿Contabas las expulsiones? No me echaban mucho. Yo creo que parecía más de lo que me rajaban. Yo era más de amarilla. Tenía buena relación con los árbitros y me daban una chance más. Lo mío era pegar sin mala leche. Estás obligado a contar la anécdota que siempre recuerda Burgos. Fue en Boca-Ferro. Tiro una pared con Maranga (Marangoni), me la devuelve por arriba, llego al área y lo veo salir al Mono Burgos. Entonces, pienso: “Este me parte”, porque él ya había tomado carrera. Cuando lo veo venir, se la mando por abajo, se tira con los pies para adelante y me rompe las dos canilleras. Cuando me levanto, lo agarro en el piso y le digo: “Nene, ¿qué querés? ¿Morir en este instante?”. Y después lo recagué a puteadas. Fue exactamente como la cuenta el Mono. ¿Alguna vez jugaste roto, mal? Una vez, en un entrenamiento, me rompieron la oreja. Estábamos jugando y un boludo me pisó. Yo sentía la parte de atrás colgando y despegada. El médico vino, me puso anestesia y me dijo que tenía todo partido. Claro, nadie quería decir quién me había pisado, se hacían los boludos. Cuando se me fue el efecto de la anestesia, me seguí entrenando, porque no le quería dar espacio a nadie, no quería perder el tren. Pero cuando corría, sentía que me ardía mal. Entonces le dije: “Che, tordo, me duele mucho acá atrás. Abro la boca y siento que se me raja todo”. Me miró y me vio toda la oreja despegada. “Te tengo que poner anestesia otra vez”, me decía. “¿Qué anestesia? Coseme así, como está. Dale, loco. Dale porque no da para más. Dejate de joder con la anestesia”, le contesté. Me cosió y seguí entrenándome toda la tarde. Yo era así. El fútbol era lo más sagrado del mundo. ¿Cómo salían a jugar los clásicos con riBer? Ellos sabían que iban a perder y nosotros sabíamos que con la camiseta de Boca los comíamos crudos. Ellos nos podían pelotear todo el partido, pero todos sabíamos que después iba a llegar nuestro gol. Teníamos como… no sé… Era como tener la mente superior a ellos en las más difíciles. ¿Y la semana previa a cada clásico? ¿Cómo era? Y… todos metían fichas. Y no sabés cómo entrábamos a la cancha, con una motivación impresionante. Pisábamos el pasto, mirábamos a los morochos y decíamos “a esta gente no le podemos fallar”. Vivíamos pensando en ellos. Mirá, cuando íbamos en el micro desde el hotel a la cancha y pasábamos por Casa Amarilla, veíamos a la gente, a toda esa marabunta. Yo me motivaba, me creía que era He-Man. “Ahora, cuando esté adentro de la cancha, los tengo que matar”, pensaba. “Soy un gladiador y los tengo que matar”. ¿Cómo era tu relación con El Abuelo? Buena, siempre con respeto. Cuando estuvo en cana lo fuimos a ver a Devoto, para darle una mano con la yuta y llevarle alguna camiseta. Esto es así: si vos en el verde te matás, nunca vas a tener problemas, porque la gente de Boca te va a sacar en andas siempre. Si vos la ves pasar o sacás la patita, estás muerto: no sos jugador para Boca. ¿Una anécdota suya? Cuando salimos campeones, en el 92, salimos a festejar en un camión con él y toda La Doce. Fuimos con el Beto, Manteca, el Betito Carranza, Cabañas… Un quilombo. ¿Qué sentías cuando escuchabas el “Huevo, huevo, huevo, Giunta, Giunta, Giunta”? Uhhh, terrible. Podía tener anginas, estar fusilado, pero revivías… Te cantaban y era como que podías dar más o que tenías veinte motores. Cuando ya me pasaban a mí, la gente se empezaba a agarrar la cabeza, ya sufría porque no era común que me dejaran en el camino, era la pelota o el jugador. Entonces me cantaban y me transformaba. Y, también había otra canción: “Vamos Boca, ponga huevos, para que vuelva Giunta, para que vuelva Diego”. ¡Estabas delante de Maradona! Uyyy, sí. “Vaaaaamoooos Boca, ponga huevos, para que vuelva Giunta, para que vuelva el Dieeeegooo” (canta). La verdad me acuerdo de estas cosas y son hermosas. Que te recuerde la gente es impresionante. ¿Cómo surge la idea de empatar con Oriente Petrolero para dejar afuera a riBer de la Copa Libertadores? Yo venía de dejar la vida en el campeonato y en la Copa, pero tenía que cuidar mi físico. Jugamos todos los titulares, pero la idea era “a cuidar lo nuestro y chau”. Nadie vino a decirnos nada, eh, no vino de arriba la orden. Nosotros salimos a jugar el partido así nomás, como venía. ¿Para qué me iba a matar en ese partido, si el domingo tenía que jugar una final por el campeonato local? El Bambino Veira. Un motivador bárbaro. Yo estaba con 40 de fiebre y él me decía que tenía que jugar. Te olvidabas todo. ¿Alguna frase suya? A mí me agarraba en San Lorenzo y me decía: “Pibe, vos sos un jugador de planilla. A vos te ven en la planilla los rivales y se asustan”. También me decía “Blasito, vos sos el Sheriff”. ¿Cuál es la patada que más recordás? Al Chino Tapia, cuando él jugaba en Mandiyú. Maranga me había dicho, antes del partido: “Blas, metele una al Chino porque nos va romper las bolas todo el partido”. No lo podía agarrar, estaba muy movedizo… hasta que lo cacé contra el lateral. Le metí un morrazo en el pecho y él, mientras caía, con los brazos abiertos, me decía “Blasito, ¡no me podés hacer estoooo!”. Después le pedí perdón. ¿Y alguno que tenías de punto? Sí: Hernán Díaz. Me encantaba porque yo me golpeaba el pecho y le decía: “Vení, vení para acá, dale, dale”. El jugaba por derecha, o sea la izquierda nuestra. A mí no me importaba, me cruzaba la cancha para ir a buscarlo. ¿Sabés cómo lo agarraba? Pegaba un salto y daba 36 vueltas. Y era un llorón: “¡Ay, ay, ay!”, gritaba. “Dale, ya estáaaa, levantate, maricón”, le decía yo. Una vez, Passarella le dio la orden al Gallego Vázquez de tirarte un caño. ¿Tanto te odiaba la gente de riBer? Sí, porque me hacían calentar, era un calentón. Y yo los odiaba a ellos también. Cuando yo jugaba en Boca, veía la camiseta blanca y roja y ya está: me daba odio, el de enfrente era el enemigo número uno. Imaginate este escenario. Salías a la cancha, llovía y la cancha estaba embarrada… (Interrumpe) Espectacular, lo mejor que me podía pasar. Me podía deslizar mucho mejor. Y los agarraba en el viaje con el tackle deslizante, no tenía drama. Una vez lo corriste a Domizi por toda la cancha, no bien terminó un Boca-Newell's. El pendejo empezó a joderme. Y cuando terminó el partido, lo salí a correr. No lo pude agarrar, viste lo que era: una liebre. Pero, ojo, después lo agarré en México, a los dos años. El en Atlas y yo en el Toluca. Lo quería matar. “No te enojes, somos todos argentinos”, me decía. Qué piola… ¿Tiraste un caño alguna vez? Sí, cuando laburé de plomero (risas). Naahh, boludo, sí, una vez. Contra Central me salieron dos en uno. Los dos chabones se me tiraron al piso y la pelota les pasó por abajo. No les quise tirar el caño, yo la quería pasar. ¿El jugador más amarrete que conociste? ¿Qué no le guste gastar? Chiche Soñora. Chiche todavía tiene ahorrado el premio de la Supercopa del 89. ¿Por qué le decís “Armando” a Diego? Siempre le dije así. Otros le dicen Diegote. Le digo así porque se llama igual que yo. Armando era un monstruo y jamás en mi vida, delante de mí, te lo juro por mis hijas, lo vi haciendo algo malo, ni nada por el estilo. ¿Alguna anécdota de “Armando“? Me habían afanado el reloj, uno que me encantaba. Entonces me compré uno trucho de 15 pesos, era una imitación espectacular. Iba y se lo mostraba a Armando, y él me decía “¡vos con esto no podés andar!”. Claro, él es fanático de los relojes. Y un día me llama a la habitación, me saca el reloj y pum, lo da contra la pared. Entonces lo fui a agarrar: “La c0ncha de tu hermana, Armando. ¿Sos pelotudo vos?”, lo encaré. Cuando lo solté, le habló a Cóppola: “Guillermo, dale eso que te dije a Blas”. Y me regaló un Rolex espectacular. Lo tengo guardadito. El día que él necesite algo, lo vendo y le doy la guita. ¿Entre todas tus víctimas, te quedaste con ganas de atender a alguien? No, olvidate. Hoy puedo decir que les pegué a todos. De mí no se salvó nadie, papá