Para los que nacimos en los 90, que no vivimos al Diego en su cúspide futbolística con el 86 como pico absoluto y aun eramos chicos para su época reventada noventosa o su despedida en 2001, su recuperación y su buena época post casi muerte en 2004 fue un regalito para nosotros. Esa versión radiante, lúcida y con ganas nuevamente de disfrutar la vida nos dejó bocha de perlitas, frases y anécdotas memorables. Y para los bosteros, ese Diego fue fundamental para que Basile venga a Boca en 2005 y se revitalice nuestra década dorada después de una temporada floja. Esas imágenes suyas festejando desaforado en el vestuario con los jugadores cuando salimos campeones en Bahía Blanca no me las olvido más, fue todo muy perfecto, en el año del Xentenario para colmo.
A veces me pregunto si esa versión sobria de Maradona se hubiera sostenido más en el tiempo si en lugar de agarrar la Selección hubiera seguido tranqui yendo a su palco y estando de gira por el país con el showbol... Tal vez sí, pero está claro que el Diego no sería el Diego si le dijera que no a un desafío, y más aun si ese reto era nada menos que dirigir al Seleccionado... No hubiera sido genuino de él.
Se lo extraña al Diego, se nota que hace falta. Para colmo todavía la gente no le pudo hacer el homenaje que realmente merece, que es desde las tribunas repletas coreando por él. Ahí va a quedar en claro qué significa eso de que en nuestra memoria será inmortal.